Comenzamos este artículo con el siguiente aforismo :
“Recordad que tenemos dos oídos y una boca para enseñarnos que vale más oír que hablar.”
La falta de comunicación que tantos problemas nos causa, se debe,-en gran parte – a que no sabemos escuchar.
Al estar más tiempo pendientes de las propias conversaciones internas,
perdemos la esencia de la comunicación, lo que frecuentemente desemboca en malos entendidos y falta de conexión.
Hoy nos enfocaremos en el saber escuchar usando las 4 «C» de la persona:
Cabeza (qué nos dice nuestro interlocutor)
Cuerpo (qué comunica con el cuerpo), Corazón (qué emociones experimenta) Conciencia (qué valores rigen su vida).
Leerán detalles de las 4 C más abajo)
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Vamos al tema de hoy.
La escucha activa significa escuchar y entender la comunicación desde el punto de vista del que habla.
¿Cuál es la diferencia entre el oír y el escuchar? Veamos:
Al oír, únicamente, percibimos vibraciones de sonido, lo cual es de carácter biológico.En tanto que al escuchar, interpretamos, entendemos, comprendemos o damos sentido a lo que se oye. Para conectar hay que tener la habilidad de escuchar no sólo lo que la persona está expresando directamente, sino también los sentimientos, ideas o pensamientos que subyacen a lo que se está diciendo.
Escuchar es entender y comprender con el corazón, el cuerpo, la mente y el espíritu, es comprender lo que nos dice el otro con su carga emocional, sus gestos corporales y su manera de respirar, así como con sus palabras, creencias y valores.
LA ESCUCHA 4C’S:
• Cabeza.
Escuchamos todo lo que nos dice la otra persona acerca de su manera de pensar, ver o entender el tema que estamos tratando, y lo hacemos desde una perspectiva consciente .
• Cuerpo.
Aquí nos referimos al lenguaje no verbal. Este se presenta en forma de posturas, movimientos, miradas, tics, gestos y forma de respirar. Mediante este proceso «Escuchamos» con nuestros ojos, atentos a los cambios físicos que realiza la persona (respiración, tono y ritmo de la voz, movimientos compulsivos, cambios gestuales, posición de los brazos, su estado – tranquilo o inquieto), entre otras manifestaciones. Estás serán una potente fuente de información para la persona cuando le hagamos tomar conciencia de nuestras observaciones.
• Corazón.
Es crucial escuchar y prestar atención al estado emocional de la persona, y empatizar y validar sus emociones, sentimientos y sensaciones. Únicamente si el individuo se siente aceptado y entendido podrá confiar en su interlocutor lo suficiente como para darse el permiso de abrirse, expresar y compartir ciertos aspectos muy íntimos.
• Conciencia.
Es necesario escuchar y tener en cuenta los valores implicados en la forma en que la persona interpreta la realidad y se ubica a sí misma en ella, y observar cómo influyen en su toma de decisiones.
Al conocer los valores mediante los cuales la persona rige su vida, podremos indagar sobre su sistema de creencias. La escucha debe emplear todos los sentidos para que pueda ser completa, ya que las personas somos capaces de mostrar información diferente a través de distintos canales de manera simultánea (y, en ocasiones, contradictoria).
En este sentido, aunque el canal verbal tiene una conexión más directa con el pensamiento del individuo y la forma de entenderse a sí mismo y ubicarse en el mundo, también es más proclive a caer en la superficialidad, los automatismos y las respuestas ensayadas.
Esto sucede porque, a veces, las personas reflexionan sobre cómo son o cómo se sienten y no pueden responder preguntas directas con pensamientos profundos. Esto provoca que se Limiten a responder de un modo mecánico, en lugar de averiguar lo que saben. También es posible que recurran a este tipo de explicación por miedo a ser juzgadas o porque han aprendido que dar respuestas rápidas es signo de inteligencia.
En estos casos, podemos dejar un espacio de silencio entre su respuesta y la siguiente pregunta, o preguntarle: «¿ Qué más me podrías decir sobre este tema?, ¿cómo te hace sentir hablar de ello?, ¿para qué estamos hablando sobre este tema?».
Por otra parte, los canales de información no verbal, como la tensión física, el tono de voz o la gesticulación, están conectados con la realidad emocional y requieren de una elaboración tan profunda como la de las palabras.
Los indicadores no verbales de tu interlocutor son poderosas pistas para el que escucha, ya que le indican dónde puede haber un problema.
Es típico, por ejemplo, que la persona se muestre tensa al tratar un tema espinoso para ella y que se vaya relajando conforme llega a la solución. El canal verbal está relacionado con cómo se construye la persona a sí misma, pero en ocasiones proporciona únicamente información conocida y es necesario profundizar más.
Es importante, por lo tanto, prestar atención tanto al hilo conductor del discurso verbal, como al del discurso no verbal. De lo contrario, estaríamos renunciando a una información muy valiosa para comprender a la persona y su proceso.
Del mismo modo que cada verbo utilizado no es escogido al azar, cada gesto tiene también su importancia. Así pues, es nuestra responsabilidad escuchar e integrar la información de todos los canales para ser capaz de comprender a la otra persona plenamente y poder seguir el ritmo, tanto del discurso verbal como del no verbal.
En conclusión, este tipo de escucha busca comprender y atender a la persona en su totalidad, con el fin de poder intervenir de forma más acertada e intuitiva. Las preguntas o feedback que realicemos a partir de esta escucha tendrán mayor calado y profundidad.
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